En el mes del niño, recordamos esta nota que realizamos hace un año en nuestra revista. Para que la disfruten los niños de ayer…
En Octubre de 2016 apareció en Facebook la fotografía principal que ilustra esta nota. Esa publicación en poco tiempo se llenó de likes y comentarios de gente que había tenido el privilegio de viajar en el Gusanito Juanchi.
«Tengo muchos lindos recuerdos de esa época, me emociona recordar esos tiempos. Hicimos felices a tantos niños, y nosotros también lo fuimos. Fue hermoso recorrer la zona con el gusanito, y conocer otras provincias también. Lo que vivimos fue único y siempre mi familia lo tiene presente».
Quien realiza este comentario es Darío Vemposta, hijo de Julio, el desaparecido propietario de Juanchi: «El gusanito surgió porque mi papá era de un parque – circo, y un buen día decidió acondicionarlo para poder pasear gente con él. Porque no solamente los chicos subían, había gente grande que se entusiasmaba también y alguna vueltita se daba», relata Darío.
A principio de los 80, Don Julio Vemposta, con tradición circense, puso manos a la obra para construir esta especie de trailer con forma de insecto. Lo tiraba con un auto, que después también sería caricaturizado con luces multicolores, para ser atracción de niños y grandes. El recorrido de Juanchi empezó por los barrios de Villa Santa Rosa, pero el emprendimiento fue tan exitoso que la familia decidió salir hacia otros pueblos; fue así que viajaron a La Puerta, La Para, Obispo Trejo, Río Primero, Piquillín Monte Cristo, Santiago temple, Tránsito, Arroyito, Devoto, San Francisco, Córdoba…(la lista es interminable), prácticamente a todos los pueblos y ciudades del noreste cordobés.
«Estuvimos en Cosquín varias veces, para la época del festival. El autito transformado en gusano era la atracción turística, y hasta los mayores subían», recuerda Darío. Y completa: «También fuimos a Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja. Juanchi fue conocido en toda la región».
Cuando Juanchi aparecía en alguna localidad, era una algarabía general; los niños ansiosos por subir, y los padres por contemplar sonrisas de felicidad en sus hijos. Los chicos advertían su llegada por una característica propalación, e iban corriendo a pedirle a sus padres dinero para dar una «vueltita».
Esa vuelta incluía de regalo un helado de agua, ya que los Vemposta por ese entonces, eran propietarios también de una fábrica de helados, aquella de la recordada publicidad «Helados Dulce Vem, los saborea del nietito al abuelito», pero esa es otra historia, que contaremos en otra oportunidad.
«Recuerdo que a mí me mandaba mi papá a la parte de atrás del vehículo, para ir cuidando de los chicos. Hemos tenido mil anécdotas, pero una que se repetía casi siempre es que cuando terminábamos de dar todas las vueltas, a veces nos quedaba algún nene que no sabíamos en donde había subido; y mucho menos quienes eran sus padres; así que había que esperar que algún papá viniera a retirarlo o preguntarle a los vecinos por sus padres», rememora entre risas Darío.
«Mi papá había armado el gusano con una renoleta, y nos fuimos de viaje a Catamarca. En el recorrido se fue haciendo de noche, y estábamos en una zona algo inhóspita, el gusanito tenía luces en los ojos y en la nariz, y mientras nos acercábamos a un parador sobre la ruta, la gente se empezó a asustar. Imaginate que se te aparezca un bicho gigante con luces, en la noche, en el medio del campo…¡cualquiera se hubiera asustado!», revela otra linda anécdota Vemposta, y aclara: «Ya en el pueblo siguiente, nos encontramos con gente que había estado en ese parador, y se reían del susto que habían pasado«.
Los Vemposta son una familia de Villa Santa Rosa, que actualmente son comerciantes, y que ya no son propietarios de Juanchi. Con la llegada del nuevo siglo, y con las dificultades económicas de seguir realizando esos viajes, decidieron vender el gusano metálico. Pero la grata noticia para los niños de ayer es que ¡Juanchi sigue vivo!. Está «trabajando» en un parque que es propiedad de un pariente de la familia, y recorriendo el país como lo hacía hace treinta años.
«Creo que hoy los chicos se seguirían subiendo al gusanito, aunque no sé si los podríamos controlar como antes, ahora los noto mas rebeldes, pero…¡si se subirían!, estoy casi seguro», exclama Darío.
Ante la ineludible consulta de si existen posibilidades de que Juanchi vuelva a girar por esta zona, la respuesta es: «No hace mucho, un vecino de mi pueblo me lo quiso comprar, decía que tenía buenos recuerdos del gusanito. Pero ya no lo tenemos, y es complicado volver a viajar. Con mi familia hablamos de aquellas historias y a veces nos dan ganas de volver a tener a Juanchi, pero por ahora no lo veo posible, aunque me encantaría poder brindarles de nuevo esa felicidad a los chicos».
A lo mejor no era la respuesta que podíamos esperar quienes tenemos bellos y valorables recuerdos con Juanchi. Mi ilusión -y la de muchos otros-, era que Juanchi volviera por estos pagos y que mis hijos pudieran disfrutar de viajar con él como yo lo hice en mi infancia. Pero me reconforta saber que Juanchi sigue viajando por ahí, haciendo felices a otros niños. Y quizás alguna vez se le ocurra pegarse una vuelta por acá.
Nota: Franco Fernández