Un multitud se reunió para vivir la fiesta piquillense, en donde Renacer y Tantacuma cumplieron las expectativas de la gente con creces. Con el aporte de Taperiguá y La Unquillense, fue un broche de oro al mes más carnavalero.
Se anunciaban como «los carnavales más lindos de la zona» y la verdad es que la premisa se cumplió, porque fue una fiesta entretenida, colorida y con un clima que acompañó bastante e hizo de Piquillín, un gran cierre de carnaval para la zona.
El fin de semana previo -y algunos días de la semana- habían sido extrañamente fríos teniendo en cuenta que estamos en el mes de Febrero, y era uno de los mayores temores a la hora de atraer al público.
Pero la gente estuvo (como siempre), y con la visita de cientos de vecinos de otras localidades, la fiesta se armó.
Así fue que los más pequeños inauguraron la pista con la Comparsa Infantil Renacer, que año tras año se renueva con nuevos integrantes y otros que pasan a la «mayor».
Luego fue el turno de la visita estelar de Taperiguá de Monte Cristo, de amplio recorrido en los carnavales de la zona, los montecristences siempre aportan su alegría y ritmo, en una performance que mezcla diversión con profesionalismo.
Más tarde, Tantacuma fue local… y si arranca aplausos y elogios fuera de casa, mucho más los recibe en la propia. La pasada de los piquillenses fue acompañada todo el tiempo por el aliento de la gente al punto de ya no estar claro que fue primero, si el aplauso o su excelente desempeño en el corsódromo.
La gran apuesta de la organización fue la Murga «La Unquillense», una alternativa diferente que vino a Piquillín a dejar su sello, ¡y vaya si lo logró!. En su pasada recibieron el cariño del público, el cual retribuyeron con sonrisas y baile, mucho baile.
Mención aparte para los tres que (casi) siempre están, los locutores Fabián Gauna, Ezequiel Musso y Eda Cardozo. Tres que también año a año juegan de locales y le ponen el corazón a la animación del carnaval.
El cierre vino cuando la madrugada empezaba a ponerse fría. Ahí fue cuando RVN se cargó la fiesta al hombro («se puso la 10», dirán los más jóvenes) y puso a bailar a aquellos que desafiaron al clima en remera y short.