No existía de manera oficial una forma de referirnos a quienes nacimos en Piquillín. Una zamba de este destacado poeta y cantor contemporáneo nos resolvió el problema.
Un gentilicio es la palabra que se utiliza para designar el origen o la procedencia de una persona en relación con un lugar geográfico. Así, por ejemplo, una persona nativa de Córdoba es «cordobés».
Los gentilicios se forman con una gran variedad de sufijos, entre los cuales están: -ense, -ino, -ayo, -eno, -eño, -edo, -lita, -és, -aco, -ero…
Al buscar un nombre que resaltara nuestra pertenencia a Piquillín, surgió la gran duda sobre cuál sería el gentilicio correcto para referirse a algo «nacido» en esta localidad.
Averiguando en antiguos textos, prácticamente no encontré referencias sobre gentilicios. Así, apelando a los sufijos más tradicionales, pensé cuál tendría mejor sonoridad: ¿acaso «piquillinense» era el correcto? ¿Tal vez «piquillineño»? ¿O sería mejor «piquillinés»? ¿O «piquillinero»?
En medio de este dilema, lo escuché a él, sentado frente a su casa, haciendo una pausa en su canto. Amablemente me saludó, como siempre, antes de volver a la canción. Y ahí escuché: «crecerás, lo sé, yo sé que progresarás, nosotros los ‘piquillenses’, siempre una mano te hemos de dar».
En ese momento, Reyito Luna, con su zamba para Piquillín, me acababa de dar la respuesta a mi pregunta. Y así surgió «El Piquillense», como medio nativo de esta localidad.
Nunca se lo dije; creí que no sería relevante, pero seguramente me equivoqué.
Hoy, a semanas de su partida física, no quería que se fuera el mes sin rendirle homenaje a uno de los más destacados cantores y poetas contemporáneos, quien ayudó a que hoy nos llamemos orgullosamente «piquillenses».
¡Gracias, Reyito!
Por: Franco Fernández – Director de El Piquillense